Andaba yo un día por mi nuevo barrio, cuando pasé por un edificio antiguo y cochambrosito del que salía sonido de guitarras. Me adentré cual Alicia tras el conejo y descubrí que era la escuela de música.
Las admisiones ya se habían cerrado, pero me admitieron en el coro y como oyente en clases de solfeo! (rememoro las clases de música que nos daba de pequeñas aquella monja chiquitita, a la que llamabamos "Sor Musiquilla")
Aquí nuestro concierto navideño, (el primero de nuestros bolos), es fácil verme relucientemente blancucha entre tanto moreno. (es mejor que el mítico "dónde está el amayoide?")
Aunque está un poco oscuro, podemos ver a jóvenes y mayores, chicos y chicas, todo un pisto de personalidades.
Ahí estamos cantando una “parranda” navideña.
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