martes, 7 de febrero de 2012

Aventuras en buseta


Llevaba yo el otro día desde las 6.30 de la mañana montadita en la buseta esperando a que se llenara para salir rumbo a Barquisimeto. Dieron las 8.00 y aunque ya estábamos muchos, todavía no habíamos llenado, así que el señor busetero decidió que no le merecía la pena llevarnos, escribió un papelito con otro destino, lo pegó en el parabrisas y nos echó para abajo a todos, para meter a un grupo más numeroso que iba para otro lado.

Tras momentos de desconcierto e indignación grupal, dimos vueltas por la estación hasta que encontramos otra buseta que nos podía llevar y allí echamos otras dos horas hasta que conseguimos salir.

Lo mejor es que durante nuestra espera, no dejaron de subir buhoneros vendiendo cosas, como por ejemplo librillos de pasatiempos (que es desmoralizador cuando llevas ya 3 horas esperando) y tubitos de leche condensada (para evitar que a la gente le de un jamacuco, supongo).

Por mi parte, entre siesta y siesta, acabé de leer el libro que llevaba y en mi aburrimiento (aunque esto sea vergonzoso porque mejor habría sido un libro de sudokus) acabé comprándome la Cosmo y después de comprobar que era falsa mi sospecha de que en las páginas centrales habría un póster desplegable de Chávez, aprendí “como hacer que mi chico haga todo lo que yo quiero sin darse cuenta”… absolutamente revelador.

El vigilante nos pasó una maquinita de detección de metales mientras estábamos esperando, y como se saltaba a algunos, según su propio criterio (o pereza) hubo gente que le llamaba quejándose de que no le habían registrado, pidiendo su turno. (No puedo comprenderlo, explicación posible?)

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